Esta historia ocurre por allá en el año 2090, en una época en la que los humanos pueden adquirir su pareja cibernética ideal; un(a) robot con lo último en inteligencia artificial y machine learning, que se adapta a los intereses de sus dueños de carne y hueso.

Para no hacer tan aséptica y aburrida la tienda de robots, los fabricantes han decidido darle la apariencia de un bar, así la experiencia es más real y amable que recibir solo una pareja envuelta en plástico burbuja de manos de un mensajero.

Días antes, los fabricantes – Y programadores – ya han recibido la solicitud de ensamblaje de ese(a) nuevo(a) robot. Era solo cuestión de entrar a los links de las redes sociales de su cliente, para saberlo casi todo: gustos, intereses, necesidades, hábitos, etc., y configurar a ese(a) robot para que hiciera un “match” al 99,5% – siempre hay un 0,5% de posibilidades de que el ser sintético se vuelva Terminator.

¿CÓMO ES EL PROCESO?

Cuando llega el momento de conocerse en la tienda/bar, solo es necesario que ambos seres, el de carbono y el de silicio, se conozcan y queden flechados gracias a la data de cibercupido. Si la información es correcta, la flecha dará en el centro y un nuevo amor tecno-orgánico surgirá.

Desde el momento en el que se saludan, el(la) robot, muestra plena sumisión a los pensamientos del humano. Se deja invitar a una copa, comienzan a compartir gustos y “casualmente” hay química. Finalmente, tras un rato de conversación, ambos se dirigen a la casa del ser humano. Y así, vivieron felices par…. ¿En serio? ¿Eso es lo que queremos para nuestra vida?

Tal vez eso nos parezca extraño a nosotros los humanos del 2022 que solo vemos este tipo de relación en películas de futuros tecno-utópicos. Sin embargo, es muy posible que esto pase en menos tiempo de lo que creemos.

EVOLUCIÓN DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Hagamos un recuento de qué ha ocurrido después de la mitad del Siglo XX tanto en las relaciones como en la tecnología y veamos qué creo yo que nos puede esperar en unos años.

Antes de los 90s: Seguramente nuestros padres, ambos muy de carne y hueso, se conocieron por amigos, en un bar normal, en una fiesta o en un sitio para jugar a los bolos – como le pasó a los míos –. Allí, lo que los pudo motivar a conocerse y llenarse de mariposas en el estómago fue la ilusión del amor eterno y formar una familia, siempre con la incertidumbre de forma omnisciente. Sus puntos de encuentro fueron la sala de la casa de los padres de la chica, el cine (muchas veces con el hermano mayor sentado en medio de los dos), un parque o una cafetería. Su forma de comunicarse en la cercanía debió ser frente a frente, por teléfono o enviando románticas cartas perfumadas.

Finales de los 90s comienzos del 2000: Al hacerse común Internet, a finales del Siglo XX, la comunicación interpersonal había comenzado a dar un giro. Correos electrónicos, foros, servicios de mensajería como IRS o ICQ y plataformas con salas de conversación públicas para hacer amigos (AOL, UOL). En ese entonces, existían las “Quedadas” para reunirse en grupo y conocer el cuerpo de carbono de sus compañeros de conversación remota. Así, lograron formarse amistades aún vigentes e incluso algunas parejas.

Año 2003: En mitad de todo este cambio, surgió el mejor metaverso visto hasta el presente: Second Life. Un universo virtual con su propia tasa de cambio – Linden Dollar – que tal vez fue un gran visionario, pero también muy prematuro y que tras un par de años de gloria en los que vimos hasta conciertos de U2, finalmente se convirtió en un metaespacio cibernautas con deseos reprimidos. Cuenta la leyenda que muchas personas que se conocieron por este medio, también terminaron siendo amigos e incluso parejas también en el mundo real.

Año 2005 al presente: Aquí comienza la historia que ya todos conocemos: las redes sociales. Un punto de disrupción en el que el encanto de la incertidumbre relacional de la era pre-internet fue desapareciendo para abrirle paso a las métricas. Pasamos de reencontrarnos con nuestro vecino de infancia, dedicado a publicar en su muro temas que no iban con nuestros intereses, a la consolidación de comunidades llenas de desconocidos que comparten temas que sí nos llaman la atención. Saltamos del contenido generalista y muy amplio, al específico y detallado.

En paralelo, la forma de “encontrar pareja” también está cambiando. No se necesita una pista de bolos o un restaurante para conocer a alguien. Solo se requiere una aplicación que muestre un catálogo de seres de carbono, con fotos e información sobre sus gustos. Hoy, hacer “match” para muchos es sinónimo de no ser un bicho raro y solitario; es la puerta a una noche de diversión o una vida en pareja dependiendo de cómo quiera ver su futuro.

Para hablar del presente, también es necesario tocar el tema de la pandemia y las relaciones a distancia, siendo esta la demostración máxima de cómo lo remoto y lo virtual pueden convivir con el trabajo, con los planes entre amigos, con la familia e incluso con la pareja.

Entonces ¿Qué podemos esperar del futuro en las relaciones interpersonales?

No soy para nada un gurú del futurismo. Pero desde mi humilde punto de vista, cada día más seres humanos se irán relacionando con mentes y seres artificiales diseñados a la medida.

Ya hay personas que se han casado con robots, ya se han realizado bodas en el renaciente metaverso, el “jugar contra el ordenador” cada vez se vuelve más retador y la consciencia de los seres de silicio, así como su velocidad e inteligencia, van a seguir evolucionando. Así mismo, la data y los estudios de hábitos de consumo cada vez serán más detallados para cada individuo, tocando no sólo intereses, sino también sentimientos muy profundos en cada una de las personas.

No aseguro que una singularización esté ad portas del 2023, pero si creo que muy pronto comenzaremos a ver más historias que se acercan a este inquietante apogeo transhumanista.

Da un poco de miedo, ¿Verdad? Y ante todo este mundo de ruptura en el trato cara a cara entre seres de carbono ¿A quién podríamos responsabilizar?

A nosotros mismos.

Los mismos humanos de hoy, somos quienes queremos vivir con más comodidad y menos incertidumbre e inestabilidad emocional, quienes buscamos relacionarnos con seres que se parezcan más a lo que deseamos y quienes le dan al botón de “Aceptar” a los términos y condiciones de servicios en línea sin haberlos leído antes.

Santiago Uribe, estratega de marca.

Artículo escrito para la intranet de RTVC Sistema de Medios Públicos.

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