Cuando hace unos meses planteábamos por primera vez la filosofía del Marketing del detalle, lo hacíamos bajo unas premisas teóricas pero con la firme convicción de que era posible bajarlas a la tierra desde el plano de las ideas, como diría Platón.
Porque si algo tiene el marketing del detalle es que nos permite adaptar nuestra manera de trabajar a cada cliente.
Por ejemplo, Beanet trabaja con multinacionales, cuyos plazos son inamovibles y la maquinaria no puede parar. Pero, no por ello la calidad del servicio debe ser inferior. Es cuestión de conocer a tu cliente y adaptarse a sus modos y maneras.
Con las empresas de menor tamaño, los handicaps y modus operandi son otros. Aquí, sobre todo hay que hacer frente a la escasa disponibilidad de aquellos que toman las decisiones (porque un director en una pyme es mucho más que un director). En estos casos, Beanet no sólo se adapta a sus necesidades sino que, como la filosofía del marketing del detalle sugiere, proponemos opciones y aconsejamos sobre la mejor manera de acometer determinados proyectos.
Los clientes agradecen esta labor de consultoría, ya que en muchos casos es la primera vez que se enfrentar al mundo del marketing digital y acciones de SEO o Social Media no entran entre sus prioridades.
Formar, dar a conocer las herramientas que el marketing digital nos proporciona, gestionar crisis en redes sociales (de la mejor manera, aunque a veces al cliente le cueste entenderlo) o aconsejar sobre la utilidad o no de estar en una u otra red social, esos son los fundamentos del marketing del detalle. Porque cada acción cuenta y más cuando se trata de pequeñas empresas.
Pero también hay que destacar como pieza clave del marketing del detalle la capacidad de reacción para cambiar el rumbo cuando así lo requiera el cliente. Pero no porque él lo ordene (ya que es el que paga) sino como parte del proceso de adaptación, prueba-error y consecución de objetivos plasmados en la estrategia de marketing.
Escuchar, comprender, analizar, elaborar un plan y cumplir los objetivos.Así es como el marketing del detalle pasa de ser una mera declaración de intenciones a un algo real, plasmado en proyectos fructíferos y clientes satisfechos.