Internet se configura en nuestras vidas como un elemento imprescindible, como una herramienta de ocio, de comunicación y diálogo multi-direccional, como una herramienta de trabajo y también, como elemento primordial en el proceso de enseñanza – aprendizaje. Pero ojo, la amenaza de la brecha digital surge ahora también con más fuerza que nunca.

Los cambios sociales sucedidos de manera vertiginosa en los últimos años nos han llevado a una necesidad de rentabilización del tiempo y de la exigencia de un nivel mayor de competencias en la vida profesional, lo que desemboca en una necesidad de formación permanente de los trabajadores.

Internet se profesa como una gran solución a estas necesidades, pero también requiere  de un gran esfuerzo por parte de los organismos públicos para fomentar y formar a los ciudadanos en materia de nuevas tecnologías, reduciendo así los efectos de la brecha digital.

Es cierto que las administraciones están interviniendo con programas educativos dirigidos a los colectivos con mayor peligro de exclusión social, pero también es cierto que estos programas deberían formar parte de un itinerario completo formado por diferentes acciones formativas sistemáticamente organizadas y un apoyo total por parte del personal implicado en los ayuntamientos y demás instituciones, tanto públicas como privadas.