Los de la formación profesional para el empleo somos un caso aparte, eso ya lo sabemos, somos a los que menos se exige en cuestión de formación y los peor  pagados: será que somos los menos valorados por el sistema.

Para introducir un poco al lector en este sector de formación decirles que en España, el tinglado de la formación se divide en dos: la formación reglada y formal y la formación no reglada y no formal. La primera se caracteriza por ser un tipo de formación institucionalizada, jerárquicamente graduada, estructurada y temporalmente cerrada, es «la oficial», del cole hasta la universidad y la FP.

En primer lugar…

La nuestra, la de los docentes de la FPE, no reglada y no formal, se caracteriza porque no está jerarquizada y se dice que es espontánea, no porque a uno se le ocurra ponerse de repente a enseñar, sino porque surge por iniciativa de empresas públicas y privadas en un momento dado y según las necesidades de un colectivo.

Para terminar de aclararnos, la reglada es la oficial como ya hemos afirmado y la FPE la que se imparte en empresas, en talleres, en animación sociocultural, en actividades extra escolares y por tanto, va dirigida a todo tipo de edades. La Formación Profesional para el Empleo es un subsistema de formación que regula la Fundación Tripartita para el fomento del empleo. Este tipo de formación, además, va dirigida a todos los trabajadores ocupados y desempleados y por tanto, va encaminada a la mejora de la empleabilidad, a través del alcance de las competencias que sea.

Aclarado ya el marco en el que nos movemos, nos debemos preguntar ¿y quién imparte estos cursos? y contesto: formadores con o sin formación docente y experiencia tanto docente como en la materia que va a impartir. Ejemplo: si soy profesora de marketing, entonces debo tener formación y experiencia en marketing y formación en el área docente, además de la experiencia en horas impartidas que cada empresa u organismo contratante exija.

En segundo lugar…

Actualmente, el curso que se nos exige es el de metodología didáctica, el de formador de formadores o el de formador ocupacional, todos de entre unas 300 horas.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que no todos los futuros formadores van a tener la suerte de tener un buen profesor y que incluso es posible que reciban el curso en modalidad online, con lo cual se imaginarán ustedes, qué tipo de formación es esa de hacer un curso que necesita del contacto con el alumno, la pedagogía, el ensayo y la práctica, por Internet y desde casa. Al menos un blended learning, por favor…

Lo que venimos a demandar es la necesidad de un nuevo y más exigente itinerario formativo para los docentes de la formación no reglada. Si bien para la formación reglada se exige una carrera universitaria en magisterio o el  antiguo CAP, que se nos exija una formación específica, una revisión del currículo formativo en el que para ser docente de este tipo de formación debamos cumplir una serie de cursos de especialización en diferentes áreas de la pedagogía y la educación social: metodología, evaluación, TIC, diseño instruccional, psicología, etc.

Por último…

Algo más extenso, más serio y no tan fácil de superar como el actual curso de formación ocupacional donde nadie suspende y eso no es justo ni para los formadores que reciben el curso, ni para los alumnos a los que se van a enfrentar, ni para la imagen en general de la formación no reglada, que ahora se vende a precio de saldo.

Esperemos a ver qué pasa con los Certificados de Profesionalidad donde la única reseña relativa a los profesionales de esta modalidad se encuentra en «Servicios Socioculturales a la Comunidad«, qué triste y qué peligroso, cuando somos los responsables que formamos a todo el resto del catálogo, los responsables de cooperar en la reducción de las tasas de desempleo y los responsables de mejorar las competencias de los trabajadores.